Connect with us

Columnistas

El “éxito” de la revolución

Published

on

Por: Nelson Toncel Herrera.
Licenciado, Magister en Educación.

A propósito de la inminente caída de la dictadura venezolana he desempolvado estas líneas que había escrito hace algunos años con el más sincero y profundo sentido de solidaridad hacia quienes han padecido, históricamente, las miserias materiales y abstractas que dejan las llamadas luchas revolucionarias. Difícil haber callado durante todo este tiempo de dolor, de injusticias, de tristezas e impotencia, pero más difícil, oprobioso e inicuo debe ser “meter la mano en la candela” para validar o justificar aquellas revoluciones que tuvieron lugar en este mundo y que cobraron la vida de decenas de miles o millones de personas.

Esta reflexión tiene como objetivo exclusivo sustentar que sino todas, al menos la mayoría de las revoluciones dejan a su paso ruina, muerte, desesperanza, un valor incalculable en pérdidas del capital humano, retraso cultural y rezago tecnológico. Además de lo anterior, es incomprensible observar el apoyo que reciben los protagonistas históricos de estas revoluciones de algunas de sus propias víctimas. Revisaremos los discernimientos de Knight (2010) citado en Rojas & Deeds (2014) con el fin de que quienes me lean saquen sus propias conclusiones.

Después de identificar y explicar dos formas para analizar (técnica y normativa) el éxito posterior a una revolución Alan Knight expresó en una conferencia que “la revolución mexicana, como la cubana, fue un éxito ya que sobrevivió varias décadas, derrotó a sus enemigos y llevó a cabo sus reformas” (knight, 2014). Reconoce que las revoluciones son luchas por el poder y que al pasar los años, en México, hubo una debilidad notoria en el relevo político generacional del movimiento revolucionario a partir del cual se presentaron focos de corrupción y enriquecimientos económicos, aspectos estos en los que coincidimos en opinión. Sin embargo, llama la atención que no haya hecho énfasis en las pérdidas humanas de parte y parte (en últimas del mismo mundo y/o especie o de la misma nación) que dejaron los enfrentamientos y las distintas batallas.

Para al menos darle a las víctimas de las revoluciones el lugar que se merecen por encima del aspecto económico, cultural o evolutivo de las naciones involucradas, señalaremos en el párrafo siguiente algunas cifras para rechazar categóricamente que alguna tentativa de repetición se esté pensando en la actualidad y para condenar a los autores y poseedores de este tipo de planes.

Lo primero que quiero resaltar es que a nivel mundial, aproximadamente, se han perdido más de 120 millones de vidas a causa de las revoluciones. Traeré 5 (cinco) cifras que corresponden a dos países europeos y tres latinoamericanos que se encuentran en la cima de estos “rankings” de triste y real historia. Encabeza esta gran lista, China, con 82 millones de muertos, seguida de La Unión Soviética con un total de 21 millones de muertes. En esta lista el primer país latinoamericano que aparece es Venezuela con más de 252 mil muertos, seguida de Colombia con 105.419 muertos y posteriormente aparece Cuba con 73 mil óbitos.

Tomado de: https://www.outono.net/elentir/2017/12/17/los-mas-de-100-millones-de-muertos-que-causo-el-comunismo-divididos-por-paises/

Llama mucho la atención que Knight haya dedicado dos o tres páginas enteras a explicar cómo la llegada de los sindicatos trajo consigo mejor remuneración, autonomía y libertades a los trabajadores cosa que no está mal y que considero debería suceder en todas las naciones sin necesidad de propiciar una revolución; y trae una tabla con datos para demostrar que los impactos económicos después de la revolución fueron positivos pero se le olvida mencionar que en el periodo comprendido entre 1913 a 1929 hubo el peor crecimiento promedio del PIB per cápita y los sucesivos incrementos percápita se debieron de manera exclusiva al incremento en la exportación del petróleo (fuente).

Tabla No. 1. Crecimiento promedio del PIB per cápita en países latinoamericanos. Thorp. Progress, Poverty and Exclusion…, p. 318.

 

Llama la atención que aunque Knight (2010) cita la frase “post hoc ergo procter hoc” para explicar que “…la presunción de que cada cambio que se ve en las décadas de 1920 a 1930 es producto de la revolución, cuando es posible que tuviera otras causas (no revolucionarias) y, por tanto, hubiera ocurrido aún si la revolución no se hubiera llevado a cabo…”, parece olvidarla posteriormente cuando se enfoca en el “desarrollismo” para atacarlo describiéndolo como fracasado y lo ilustra diciendo: “el estado podía introducir agua y drenaje a la ciudad de león, pero no podía convertir a los leones en fervientes revolucionarios”. Lo anterior sorprende más porque pareciera que ese pensamiento resaltara o diera más valor al objetivo de convertir a los leones (gentilicio de los habitantes de la ciudad de León) en “fervientes revolucionarios” que al desarrollo de obras importantes que impactaran la educación, las leyes, el arte, entre otras obras públicas.

La conclusión de Knight (2010) no nos dejará con la mirada perpleja e inmóviles aquí frente al computador como el COVID-19 nos tiene en estos días. Después de presentárselas daremos un paseo para sustentar lo que definimos en nuestro propósito inicial. “… la Revolución Mexicana fue, por las razones y conforme a los criterios expuestos, más éxito que fracaso; y las revoluciones, podemos concluir (contra Schama), son capaces de crear, así como de destruir.  Es cierto que son “cuentas de sonido y furia”, pero pueden significar algo, y, además, algo positivo.

El término revolución es al menos confuso. Algunos lo ven como algo positivo, pero en realidad sobre la fas del planeta tierra no todo lo que ha brillado ha sido oro. Las revoluciones deberían servir no para acabar con el enemigo, celebrar (como si se tratara de un partido de fútbol) y hacer fiestas para dar prebendas a quienes la apoyaron. Deberían existir, pero pacíficas, con ideas firmes para fomentar la fraternidad y deberían traer una verdadera equidad social sin abusos de poder, muertes, humillaciones, expropiaciones, etc. Considero que no son necesarias.

Finalmente, ninguna de las revoluciones pasadas ha surgido realmente “de abajo hacia arriba”. Todas has sido motivadas por fuerzas o movimientos superiores a los verdaderos intereses del pueblo, es decir, el pueblo no encuentra en una de las partes que la disputan una representación genuina que les devuelva al menos una reconciliación auténtica ni inmediata, una paz duradera y estable, y un gobierno que garantice suplir con bienestar absoluto y de manera universal los verdaderos y urgentes menesteres de la gente.

…Las revoluciones son revoluciones, es decir, estados patológicos y críticos de las sociedades y constituyen situaciones anormales. Las revoluciones implican necesariamente el desconocimiento general y absoluto de todas las autoridades, de todos los principios de autoridad y de todas las leyes políticas de un país; son la negación de las formas constitucionales y no están sujetas a más reglas que las que imponen la necesidad militar o el plan revolucionario.

La anterior una muy buena definición, a mi modo de ver estática, del término revolución. Sin embargo, no deja de ser, simplemente eso, una definición que no transmite el verdadero significado de horror, letargo insipiente incrustado en los cimientos generacionales de las dinastías sociales que llevan el peso y arrastran en sus corrientes sanguíneas el dolor y la tristeza de haber perdido un ser querido, un amigo, un compatriota.

Finalmente quiero ir más transparente, posiblemente, de lo que he ido desde el principio de esta reflexión:  ningún “hidalgo” caballero podrá jamás hacernos despegar del abrazo de esperanza, de fe y eterno al que la inmensa mayoría de ciudadanos del mundo estamos aferrados; es ese el abrazo esperanzador de la paz y la equidad mundial.

Bibliografía
knight, A. (2014). ¿FUE UN ÉXITO LA REVOLUCIÓN MEXICANA? En L. Rojas, & S. Deeds, México a la luz de sus revolucionas (págs. 17-51). El Colegio de Mexico & JSTOR.