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Columnistas

Combatir a fondo la inseguridad alimentaria

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

La inseguridad alimentaria es aquella que se produce cuando las personas no tienen acceso regular y permanente a alimentos en cantidad y calidad suficientes para sobrevivir, según define la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), lo que significa que una persona en situación de inseguridad alimentaria experimenta incertidumbre sobre cuándo, cómo y cuánto comerá en su próxima comida, lo que pone en riesgo su nutrición, salud y bienestar, lo que obliga engranajes para mejorar la seguridad alimentaria de todos, especialmente las comunidades mayormente vulnerables

Gran parte de nuestra población, lo registran las cifras oficiales, vive en inseguridad alimentaria, a la que se debe brindar la posibilidad de acceso a una alimentación nutritiva, contribuirle por los caneles que mejor fueren en su beneficio. Buscar para lo cual la senda correcta, toda vez que es preocupante sobremanera el número creciente de menores, ancianos y población en general en condición de pobreza y carencia social en comparación con segmentos sociales en mejores condiciones socioeconómicas.

Importan la implantación e implementación de programas sociales, transferencias económicas y ayuda directa en especie que alivien y muestren a la postre resultados significativos en la reducción de la pobreza en las familias, así como mejora en el nivel de ingresos de los hogares, siendo fundamental para ello una integración y universalización de estos programas sociales en procura de una mayor incidencia en la reducción de la pobreza.

Se impone acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición de los nuestros, propiciar que tenga acceso constante a los alimentos, profundizar sobre lo que significa que una persona tenga inseguridad alimentaria y su relación con el concepto de hambre, al tiempo de determinar que cuatro son los niveles de inseguridad alimentaria en función de categorías tales como moderada (producida cuando la capacidad de una persona para obtener alimentos se ve afectada por factores como los ingresos o el acceso a los recursos, fase en que se obliga a tener que reducir la cantidad o la calidad de los alimentos que consumen en determinadas épocas del año); grave (en la que caen aquellas personas que no tienen acceso a los alimentos y pueden pasar hambre durante el día y, en los casos más extremos, pasar días sin comer.); crónica (aquella que persiste en el tiempo, es decir, la de una persona que vive durante largos periodos en los que no está segura si va a poder alimentarse; este nivel suele estar relacionado con causas estructurales de la sociedad, como los altos precios de los alimentos o la inflación; y, aguda (que s aquella que se establece en un nivel en que la falta de alimentos es suficiente para amenazar la vida o los medios de subsistencia de una persona, independientemente de la causa, el contexto o la duración, vale decir, cuando una persona sufre desnutrición y tiene riesgo de muerte).

Es de atender que la inseguridad alimentaria tiene en cuenta no solamente la cantidad de alimentos a los que una persona tiene acceso, sino también la calidad y las causas de la incertidumbre de poder o no comer. El hambre en tanto, definida por la FAO como un malestar o dolor físico causado por un consumo insuficiente de energía alimentaria y la padecen las personas por causas sociales y estructurales que sufren algún nivel de inseguridad alimentaria. El término también se utiliza a menudo como sinónimo de desnutrición crónica, que es la condición persistente (de larga duración) en la que la ingesta habitual de alimentos de un individuo es insuficiente para proporcionar la cantidad de calorías necesarias para una vida normal, activa y saludable.

De cara al porvenir, necesarias deben ser algunas medidas para combatir la problemática, entre las que se destacan la integración de las políticas humanitarias en las zonas de conflicto, el aumento de la protección de los sistemas alimentarios (como la producción de los pequeños agricultores) ante el cambio climático, y el refuerzo de los programas económicos dirigidos a las personas en situación de vulnerabilidad. De la misma manera, evitar el desperdicio de alimentos, más cuando es conocido que por lo menos, un tercio de los alimentos producidos se desperdicia diariamente, lo que desgraciadamente refuerza los escenarios de inseguridad alimentaria.