Columnistas
“Santa Marta 500 años: una conmemoración en deuda con la interculturalidad”
Por: Iván Sánchez Fontalvo
Desde mi punto de vista, el logo de Santa Marta para la conmemoración de sus 500 años en 2025 ha generado un importante debate académico sobre la interculturalidad y cómo esta se representa. La interculturalidad, entendida como una apuesta política que promueve la simetría social, cultural, económica e histórica entre los pueblos, busca garantizar un intercambio recíproco de bienes y valores culturales en perspectiva de equidad y justicia social.
Sin embargo, esta propuesta gráfica no parece responder a esos principios. En la composición del logo, los dos representantes de los pueblos ancestrales aparecen detrás de la figura central del colonizador, lo que genera una narrativa simbólica de subordinación o custodia hacia quien llegó como invasor. Esto refuerza una estructura jerárquica que invisibiliza el papel protagónico de los pueblos originarios en la construcción histórica, cultural y territorial de Santa Marta.
Además, la conmemoración no incluye de manera visible y simbólica la presencia y aportes de los pueblos de herencia africana, quienes han sido fundamentales en la construcción de la identidad de Santa Marta y de Colombia. Las comunidades afrodescendientes, desde su llegada forzada durante la colonización, han resistido, enriquecido y transformado los procesos históricos y culturales, siendo actores clave en la lucha por la justicia, la equidad y la reconstrucción del tejido social. Su exclusión visual e histórica en este tipo de representaciones perpetúa la invisibilidad de sus aportes y mantiene narrativas incompletas y excluyentes.
La falta de simetría y diversidad en el diseño evidencia una ausencia de enfoque intercultural en la comunicación visual, al no dar un espacio igualitario ni destacar las contribuciones fundamentales de los pueblos originarios ni afrodescendientes. En lugar de proyectar una narrativa de integración y respeto mutuo, el logo reproduce una visión histórica eurocéntrica que contradice los valores de la interculturalidad crítica que deberían guiar esta celebración.
Es urgente reflexionar sobre estas representaciones para garantizar que conmemoraciones como la de los 500 años de Santa Marta sean una oportunidad para reconocer y visibilizar la diversidad cultural en su totalidad, construyendo narrativas más inclusivas y justas. Esto implica no solo reconocer a los pueblos indígenas, sino también incluir a las comunidades de herencia africana como protagonistas en la historia, el presente y el futuro de Santa Marta, desde un enfoque que promueva la equidad y la dignidad para todos los actores históricos.