Análisis
Del rollo a lo digital: Los pixeles llegaron para quedarse
Aunque el cambio de la fotografía química a la electrónica es un hecho, la impresión de estas se resiste a desaparecer. OPINIÓN CARIBE evidencia la evolución que la fotografía ha tenido en Santa Marta a través del tiempo, además, abre un espacio a dos fotógrafos reconocidos de la región Caribe, quienes se han destacado con sus imágenes, a nivel mundial.
Por Laura Vélez Vargas
La tecnología digital ha acaparado el futuro de la forma y estilo de vida de los seres humanos, «primero fue el texto, luego la fotografía y, por último, el vídeo”, así lo aseguró Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, durante su conferencia en el Mobile World Congress, el más importante de la comunicación móvil del mundo, celebrado anualmente en Barcelona, España.
Y es que ningún sector ha dudado en sumarse a esta realidad virtual, como es el caso de la fotografía electrónica, mal llamada fotografía digital, la cual sustituyó la convencional en muchos campos, tanto, que las cámaras analógicas tienden a desaparecer. En cierto modo, ya lo ha hecho en disciplinas tan exigentes como la prensa, en la que hoy se valora la capacidad de transmisión casi inmediata de las fotografías, que se suben a la Internet por medio de redes sociales, páginas Web o se comparten vía telefónica (WhatsApp), por lo cual, no hay tiempo de ‘revelar’ una fotografía tradicional para el periódico impreso.
Lo anterior, ha logrado que resulte casi imposible fijar las fronteras que separan a la fotografía de otros medios, como los celulares o computadoras, que fuerzan a las personas a almacenar miles de imágenes en sus portátiles, teléfonos móviles, memorias, o en las nubes informáticas, dejando atrás la opción de álbumes físicos, como se acostumbraba en otrora. Sin embargo, aún existen profesionales de la fotografía y personas del común, que prefieren tener sus retratos impresos.
Esto, no quiere decir que la evolución tecnológica en sí haya repercutido de manera negativa en la forma de guardar recuerdos, pero, si obliga a los seres humanos a adaptarse al cambio y a dominar las nuevas tecnologías electrónicas.
UNA MIRADA A TRAVÉS DEL TIEMPO
Según Luis Guillermo Martínez Salazar, fotógrafo profesional y profesor de la Universidad del Magdalena, a las ciudades les ha tocado adaptarse a los cambios tecnológicos y Santa Marta no fue la excepción, “en los años 70 y 80, la ‘Perla de América’ se encontraba aislada al resto del país, pues no había conexiones viales adecuadas con otras ciudades como Barranquilla y Riohacha. Sin embargo, existían equipos fotográficos de altísima calidad, que ni siquiera a la capital del país había llegado”.
Esto, fue posible por La United Fruit Company, empresa norteamericana que arribó a Santa Marta en 1899, tenía un comisariato que permitía realizar pedidos a los Estados Unidos, no solo a las personas que hacían negocios con las bananeras, sino a cualquier persona que vivía en Santa Marta, “esa fue la forma como el maestro Alfonso Mier obtuvo sus cámaras y los ampliadores de su laboratorio, que eran de las mejores marcas y calidad a nivel mundial”.
“Las personas pedían los catálogos de las cámaras fotográficas y así podían escoger el modelo que más les gustara, además, pedían revistas y libros de fotografía, que eran traídos en los buques de la Compañía, que llegaban a buscar el guineo de la Ciudad. En Santa Marta se hacían fotos callejeras con cámaras alemanas, de la marca Leica, que hoy cuestan alrededor de 15 mil dólares”, aseguró Martínez.
Recuerda, además, que, a principios de los años 70, los fotógrafos se vestían de manera impecable y elegante, con atuendos de lino blanco, saco y corbata, cada uno tenía su taller donde realizaba los trabajos fotográficos y al cual llegaba su clientela.
“Todo esto comenzó a cambiar cuando llegaron las empresas de fotografía a la Ciudad. Un día llegó Foto Cid, ubicado en la carrera Quinta; luego, Foto Acuña, especializado en foto acabado y, Vélez y Posada, que quedaba en la Avenida del Río, exclusivamente para fotógrafos, en donde se manejaba el 80 % de las fotos que los profesionales realizaban en las bodas, bautizos y cumpleaños. Yo tenía mi laboratorio en el primer piso de mi casa, porque a mí siempre me ha gustado revelar por mi cuenta las fotografías y como me especialicé en ampliaciones, varios laboratorios me enviaban los negativos para que yo les hiciera ese trabajo”, indicó Luís Guillermo Martínez.
Más adelante, arribaron las grandes cadenas de fotografía como Foto Japón y Casa Color, que acabaron con los pequeños talleres, puesto que contaban con una política de precios bajos, que eran imposible de alcanzar por los fotógrafos tradicionales de la ciudad de Santa Marta, “yo le compraba el papel a Kodak que me costaba, por ejemplo, un papel químico de 10 x 15 centímetros, sin trabajos, ni alquiler de local, unos 70 pesos y las cadenas grandes vendían el producto acabado en 50 pesos, por tanto, si queríamos hacerle competencia, debíamos trabajar a pérdida”.
DE LOS GRANOS DE PLATA A LOS
Para muchos, los cambios que trajo consigo el paso de la fotografía química a la electrónica, fue un proceso complicado y difícil de aceptar. Sin embargo, los beneficios, en cuanto a reducción de costos, mayor rapidez, mejor calidad y efectividad, son notorios.
Por ejemplo, “la fotografía química o argéntica utiliza las sales de plata y los procesos de revelado tienen un sensor de la cámara; mientras que la fotografía electrónica, mal llamada fotografía digital, porque lo que sale del sensor de la cámara, no es un archivo digital, sino uno electrónico, que necesita de un procesador para transformarlo en binario”, explicó Luís Guillermo Martínez.
Por consiguiente, la imagen electrónica, por un lado, es positiva, teniendo en cuenta que se conserva en el tiempo sin dañarse, ya que, al ser datos, no se envejece, como sí sucede con la fotografía física de papel, la cual es de pigmentos que evolucionan con los años y terminan degradándose, “en los mismos rollos se estipulaba que el fabricante no respondía por la duración de ese producto y el proceso de revelado era dispendioso, que incluían algunos productos nocivos para la salud”, señaló el afamado fotógrafo.
En tiempos pasados, el factor sorpresa siempre acompañaba a quien capturaba un momento a través de una fotografía, puesto que no existía la forma de previsualizar el material; en la actualidad, el resultado es al instante y es posible corregir los parámetros para disparar nuevamente hasta conseguir la imagen deseada.
AÚN SE IMPRIMEN LAS FOTOGRAFÍAS
La fotografía electrónica se hizo con el espíritu de ser visualizada en el dispositivo electrónico, sea computadora, televisor, tablets o celulares, los cuales están presentes en el 90 % de los hogares, sin embargo, y aunque todas las personas pensarían que son muy raras las ocasiones en donde se requiere en realidad una fotografía sobre papel, hoy continúan abiertos los sitios en donde trabajan la fotografía electrónica de alta calidad sobre papel, incluidos los grandes formatos.
En Santa Marta disminuyeron los diversos puntos que existían, con la caída de las grandes casas como Foto Japón y Casa Color, razón por la cual, el trabajo de impresión quedó en manos de dos compañías, cada una con dos o tres puntos en toda la Ciudad, Magifoto y Fotopromoción, que ofrecen el servicio de estudios fotográficos, impresión de fotografías de diferentes tamaños y venta de productos electrónicos de última tecnología.
Marily Oyola, administradora de Fotopromoción, aseguró, que las ventas de impresión no han decaído, por lo contrario, se imprimen entre 80 y 150 fotografías diarias en el local ubicado en Ocean Mall, “la gente por miedo a que le vayan a robar el celular o a perder sus recuerdos, o que quizás tienen ganas de ver y palpar sus imágenes en físico, utilizan este servicio, y ante la caída de nuestra competencia directa que era Foto Japón, produjo el aumento en las ventas”.
Por otra parte, profesionales de la fotografía han aprovechado los avances tecnológicos para una nueva idea de negocio, que ha resultado exitosa, “José María Mellado, fotógrafo y escritor español, quien, además, es ingeniero de sistemas, electrónico y mecánico, es dueño de una casa de impresión que se llama Yellow, en Madrid. Está posicionado como uno de los profesionales con mayor nivel de venta de fotografías digitales impresas, además de ser el autor de mayor prestigio de libros de fotografía, en español. Sus obras se venden como ‘pan caliente’ en las galerías europeas, incluyendo fotografías de 1 x 2 metros, que cuestan alrededor de 6 mil a 10 mil euros”, cuenta Luís Guillermo Martínez.
Es así, como todas las personas deben adaptarse a los cambios, debido a que es la adaptabilidad del ser humano la que ha hecho que evolucione y llegue a los niveles de desarrollo a los que ha llegado, “cada día, nosotros hacemos menos fotografía física y muchas más fotos electrónicas, es decir, hoy, tú planeas un matrimonio, se contrata al fotógrafo y los novios te dicen, entrégame las fotos en una memoria. Ellos vienen y los ponen en sus dispositivos electrónicos, convirtiendo a la imagen en un artículo de pantalla”.
También dijo, que actualmente trabaja fotos electrónicas grandes sin que se pixelen, debido a que existen equipos de 36 a 50 megapíxeles, que permiten trabajar con mayor calidad, color y textura.
“Anteriormente, revelar un rollo de fotos era todo un proceso, pues luego de llegar de un trabajo de campo de todo un día, por ejemplo, en Manaure, me tocaba continuar con el proceso de preparar químicos, prender máquinas para revelar los negativos de inmediato, por el ansia de ver que no se hubiese dañado nada. Esto, era un trabajo de cuatro horas, en cambio hoy, el proceso es más simple, puesto que, al llegar a mi casa, solo tengo que encender la computadora, sacar la tarjeta de la cámara y hacer una carpeta nueva con el nombre del lugar en el que estuve, con la fecha y guardar las fotografías, en una acción que no lleva ni 20 minutos”, aseveró el profesional en la materia.
Es importante destacar, que existen diferentes tipos de impresión, en algunas partes se imprime con papel fotográfico químico y en otras, con impresoras de tinta, ya sea láser o de burbuja de tinta, que son de excelente calidad.
A pesar de que el ser humano ha evolucionado para tener cada día más tiempo libre y tener mayor calidad con menor esfuerzo, todavía quedan personas en el mundo que prefieren preparar sus papeles, para revelar los negativos, “estas fotos son carísimas, y como la gente lo ve como algo inusual, y tiene la capacidad económica para solventar este tipo de trabajos excéntricos, se mandan a hacer unos estudios con fotógrafos profesionales, quienes cobran miles de dólares por una fotografía, desde mi punto de vista, todo eso es un circo”, afirmó el profesor Martínez.
Por lo anterior, fotógrafos como Leo Matiz, prefirieron siempre el proceso fotográfico y de revelado tradicional, “él no entendía nada de las nuevas tecnologías, siempre hizo la fotografía tradicional, que es mucho más difícil, y afirmaba que los fotógrafos de ahora no piensan. Por ser de otra época, tenía una teoría diferente”; aseguró Alejandra Matiz, hija del reconocido fotógrafo colombiano.
INMORTALIZACIÓN DE LEO MATIZ
Leo Matiz, uno de los más destacados fotógrafos y caricaturistas colombianos, con reconocimiento internacional, nació en Aracataca, en 1917 y vivió e inmortalizó diferentes momentos de la historia mundial, entre ellos, la muerte de su amigo Jorge Eliecer Gaitán, la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y la vida de muralistas mexicanos como Diego Rivera, lo cual aprovechó para tomarle 168 fotografías a Frida Kahlo.
Además, se desenvolvió en esa generación de reporteros gráficos que le dio un vuelco al fotoperiodismo en las primeras seis décadas del siglo XX, que le permitió retratos de personajes como Luis Buñuel, León Trotsky, Pablo Neruda, Porfirio Barba Jacob y María Félix, con quien tuvo una relación amorosa.
Actualmente, Alejandra Matiz preside la Fundación que lleva el nombre de su padre y que está dirigida por el licenciado Román Sánchez Fernández, la cual cuenta con una colección de 117 mil 516 negativos, “la sede se encuentra en México, pero estoy haciendo lo posible para que, con ayuda de Pedro Sánchez, actual alcalde de Aracataca, podamos abrir el museo en honor a Leo Matiz, en su ciudad natal.”
Hoy, las obras de Leo recorren el mundo, bajo la dirección de su hija Alejandra, en Venecia, Italia, con una galería especial de las fotografías que le hizo a Frida Kahlo, entre 1941 y 1943, y en los próximos días viajarán a Seúl, ubicada en el noroeste de Corea del Sur.
Entre sus múltiples reconocimientos se destaca, que el gobierno francés le otorgó al condecorarlo como Caballero de las Artes y las Letras, en 1995; recibió el premio Filo D´Argento en Florencia, Italia, y en 1988, Colombia le rinde un homenaje y lo declara el más importante fotógrafo del siglo XX. Además, en 1949, fue considerado como uno de los diez fotógrafos más prestigiosos de su tiempo.
“Del 15 al 20 de agosto van a hacerle un gran homenaje a mi padre en el edificio Semana, del grupo editorial y espero que se concreticen pronto las cosas para abrir el museo en Aracataca”, puntualizó la hija del maestro de la fotografía en Colombia, explicó la Presidenta de la Fundación.
Una de sus fotografías más emblemáticas fue ‘Pavo Real del Mar’, publicada en la revista Estampa en 1939, la cual se ha convertido a través del tiempo, en la imagen representativa de Macondo, mediante una red de pesca que se alza en el cielo y consigue captar la viva imagen de la memoria cultural de quienes habitan un territorio cálido, lleno de sueños y de imaginación.
Leo Matiz advirtió de esa fotografía, “cuando me vinculé a la revista Estampa viajé hasta la Costa Atlántica de Colombia a realizar en la Ciénaga Grande un reportaje sobre la pesca. Era una ciénaga entre el mar y el agua dulce, allí capto la fotografía de la red. He tratado de volver a realizar la imagen del hombre lanzando la atarraya y esa imagen no se ha repetido. Creo que haber registrado esa fotografía a la velocidad que la hice, es una suerte. El pescador que lanza la red, es un hombre que tiene dignidad”.
Y, aunque Leo Matiz murió en 1998, su alma quedó plasmada e inmortalizada en cada una de sus obras, las cuales, con el trabajo de restauración y exposición en las diferentes galerías del mundo, que realiza arduamente su hija Alejandra, muestran los diferentes enfoques de la realidad y del mundo que le rodeaba, a través de su cámara Rolleiflex.
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