Análisis
Orígenes de las tradiciones
De los celtas a los cristianos
Hace más de tres mil años los celtas, de origen Indoeuropeo, porque eran procedentes de la India y Medio Oriente emigraron rumbo a Europa (un continente prácticamente deshabitado). De este pueblo indoeuropeo o como algunos autores los marcan como ‘La Nación Aria’ surgieron las civilizaciones más grandes de Europa, tales como los griegos, los vikingos, los germanos, los romanos y lógico, los celtas, quienes celebraban la Noche de Brujas o Halloween y la Navidad.
La periodista y relacionista pública Fayra Castro señala, que los americanos han hecho parte de su cultura muchos elementos y tradiciones que pertenecen a otras culturas, entre ellos encontramos el ‘queso suizo’, las ‘french-fries’, y el día de San Patricio.
Halloween no es la excepción a la regla, pero quizás esta celebración sea mucho más peligrosa que saborear unas papas fritas.
‘El saber es poder’, dice el dicho popular. Millones de personas participan cada año de esta fiesta sin saber cuáles son sus verdaderos orígenes y motivaciones. Pero más alarmante aún es ver a personas que, luego de saber sus orígenes, deciden seguir participando como si nada hubiese pasado. Incluso, son muchos los cristianos que arreglan sus hogares y disfrazan a sus hijos para celebrar el día de Halloween, sin tener en cuenta los orígenes de esta oscura conmemoración.
Doreen Irving, quien fue la bruja más grande de Europa Occidental y concubina de un alto servidor de Satán, afirmó luego de convertirse al cristianismo, “Si los padres tuvieran alguna idea de lo que realmente es Halloween, ni siquiera mencionarían esa palabra frente a sus hijos”.
Así que antes de salir a las tiendas a buscar el disfraz de moda para usted o su hijo, es importante conocer el origen de la fiesta más importante de los satánicos: Halloween.
“El origen del Halloween es una fiesta pagana de los celtas, que consiste en antiguas celebraciones campesinas, en torno al fin de la temporada de sus cosechas”, indicó el doctor en sociología, docente universitario y actual secretario de Educación Distrital, Edimer Latorre, quien, además, explicó, que las fechas del 31 de octubre al 1° de noviembre eran consideradas por este pueblo como el aparecimiento de un año nuevo y por esta razón dedicaban fiestas y ritos sagrados que implicaba la comunicación con espíritus.
Cabe mencionar, que el concepto pagano ha sido malentendido por las personas y es derivado de la palabra latina ‘pagus’ que describía a los habitantes del campo, quienes dependían de las fuerzas naturales para sus cosechas.
El ‘Año Nuevo Celta’ comenzaba con la estación oscura y consistía en una fiesta de transición, llamada Samhain, puesto que para ellos era el paso de un año al otro. Esta festividad se fusionó con la celebración cristiana del ‘Día de todos los Santos’, celebrada por los católicos los primeros de noviembre.
El uso de los trajes y máscaras, se cree que se debía a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos, pues en esa fecha se les permitía el paso a los espíritus benévolos y malévolos, por tanto, los celtas se vestían con cabezas y pieles de animales, mientras que los sacerdotes druidas realizaban sacrificios con fuego.
Según historiadores, luego de que los romanos conquistaran la mayoría del territorio celta en el año 43 D.C., se incorporaron dos festivales de origen romano, además de la tradicional celebración de Samhain: Feralia, fue un festival en el que se le rendía culto a los muertos y Pomona, de la cosecha, celebrados durante más de cuatro siglos.
Para Edimer siempre ha existido una especie de fascinación por lo sobrenatural en todas las culturas, “Claude Lévi-Strauss el gran antropólogo y lingüista semiótico señala que todos los mitos tenían la misma esencia en el mundo. En todas las culturas se adora lo sobrenatural”.
No obstante, el imperio romano, que se caracterizaba por sus grandes guerreros, se encuentra con pueblos que tenían sus propias creencias y las asimilaron, “Roma no solo absorbió las creencias de los celtas, sino las de Grecia. En algún momento fueron catalogados como los ‘prostitutos culturales de Europa’. Así, cuando el emperador Constantino decretó que los habitantes de su imperio se convertirían al cristianismo, muchos ritos ‘paganos’ se introdujeron, entre ellos el festival de Samhain.
Esta celebración se exportó a países como los Estados Unidos, que fue conquistado por ingleses y de una u otra manera la concepción religiosa se ve altamente influida por el cristianismo, que también asume mucho de esas culturas. Ellos comenzaron a celebrar esta fecha las pequeñas comunidades de irlandeses católicos a mediados del siglo XIX y con la entrada del siglo XX, que fue el de la comercialización, se esparció la tradición a gran parte del planeta. “Es una especie de cultura que se irriga y se propaga”, afirmó el experto en sociología.
EL PASO DE LA NIÑEZ A LA ADULTEZ
“Lo interesante es que esta fiesta fue permeada profundamente por prácticas comerciales y después de que esta fiesta llega a Norteamérica, con el auge del capitalismo comercial ya se traslada a los niños y en los niños ya no tenemos que hablar de la celebración por el solsticio de verano, sino que estamos hablando del paso de la niñez a la adultez”.
Para Edimer Latorre el Halloween es una fecha donde hay una preparación de los niños para que asuman roles para la vida adulta, “entonces el niño se disfraza para asumir un rol, porque no podemos negar, que, así como hay grandes disfraces de personajes ficticios, también hay disfraces de profesiones comunes como de médico, policía, astronauta, mecánico. Aquí también el papel se asume con el personaje que más éxito tenga: hace 4 años todos los niños querían ser Michael Schumacher o Juan Pablo Montoya e iban disfrazados de ese rol de pilotos profesionales. El año pasado un padre disfrazó a su hijo de Pablo Escobar Gaviria y causó un gran revuelo en las redes. En esta ocasión, se volvió viral la foto de una niña que se disfrazó de una mamá cansada”.
Sin embargo, continúan las tradiciones de los celtas, quienes ponían velas para mostrarle el camino a los espíritus de los difuntos. Hoy, Hollywood se adueñó de lo que es Halloween y le vende la idea a los padres y a sus hijos de pedir dulces y llevar calabazas.
“Aquí en Colombia también se ha adaptado esa idea del Halloween y los niños salen a pedir dulces, pero también hay una cosmogonía y una teodicea en torno a estas formas de celebraciones, pues en esta fecha se multiplica la idea del robo de niños para ritos satánicos, aunque nunca ha sucedido realmente”, reiteró Edimer.
OTRA VERSIÓN DE LAS CALABAZAS
Existe un relato sobre de dónde sale la costumbre de ahuecar y tallar las calabazas para convertirlas en faroles, que denominan ‘Jack o Lantern’. Tiene su origen en el folclor irlandés del siglo XVIII y este nombre no es muy común fuera de Irlanda, aunque la práctica del uso de calabazas se volvió comercial.
Según se dice, Jack era un bebedor, jugador y vago, quien pasaba tirado bajo un roble. En una ocasión, se le apareció Satanás con intenciones de llevarlo al infierno, pero Jack lo desafió a trepar el roble y cuando el diablo estuvo en la copa del árbol, le talló una cruz en el tronco para que no pudiese bajar. Por tanto, hicieron un trato: Jack le permitiría bajar si nunca más volvía a tentarlo con el juego o la bebida.
La historia cuenta que Jack cuando murió no se le permitió su entrada al cielo por sus pecados en vida ni al infierno, pero el diablo le entregó una brasa para que iluminase su camino en la helada oscuridad por la que debía vagar hasta el día del Juicio Final. Jack introdujo la brasa en un nabo (su comida favorita) para que ardiera como un farol durante mucho tiempo.
Los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus ‘faroles de Jack’ pero cuando los inmigrantes llegaron a los Estados Unidos, se les advirtió que las calabazas eran más abundantes que los nabos, por tanto, surgió la costumbre de tallar calabazas en la noche de Halloween.
LA NAVIDAD, LAS FECHAS NO ENCAJAN
Alfredo Martorell, en su artículo publicado en la revista Hespérides, número 12, señala, que todos nos hemos preguntado alguna vez cómo es posible que el año, en la era cristiana, comience el 1° de enero, aunque el nacimiento de Cristo, punto de partida teórico del cómputo del tiempo en esta era, se haya fijado un 25 de diciembre. También es común otra pregunta: ¿Cómo es posible que Jesús haya sido adorado por pastores que custodiaban rebaños de ovejas, durmiendo al raso, en pleno mes de diciembre? ¿Eran pastores suicidas?
Estas incoherencias del relato navideño cristiano suscitan siempre todo género de perplejidades. El hombre de hoy suele despachar la contradicción encogiéndose de hombros o rechazando como ‘patraña’ la integridad del hecho navideño. Pero estos fáciles expedientes se complican cuando constatamos que el 25 de diciembre era también una gran fiesta en el mundo romano, y que la noche del 24 al 25 de diciembre marca asimismo el solsticio de invierno, la noche más larga del año. La documentación histórica hará el resto: descubriremos así que tras la Navidad se oculta una de las constantes más profundas del alma de la cultura europea.
La Iglesia nunca creyó que Jesús naciera realmente el 25 de diciembre. De hecho, la fecha exacta del nacimiento de Jesús es desconocida, porque en el Oriente antiguo no se celebraban los cumpleaños y allí, generalmente, los padres no recuerdan cuándo han nacido sus hijos. Se trata de costumbres que han durado hasta fecha reciente: en los censos elaborados en el Oriente Medio tras la descolonización, la mayor parte de los ciudadanos ignoraba su propia edad. Tampoco las Escrituras ayudan a despejar la incógnita. El Evangelio canónico más antiguo, que es el de Marcos, pasa completamente por alto la infancia de Jesús. Mateo sitúa su nacimiento en Belén, según la profecía de Miqueas, pero no nos especifica nada más. El prólogo añadido al Evangelio de Lucas, donde se dice que “había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño” (2, 8), sugiere una fecha primaveral.
La tradición posterior de la gruta de pastores no se encuentra en los evangelistas; parece que se refiere a un santuario del dios Adonis tardíamente anexionado por la Iglesia para su culto.
Nunca, pues, pudo la Iglesia primitiva fijar la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Existe constancia documental de que en el siglo II hubo amplios debates sobre este punto, y de que se saldaron con las afirmaciones más contradictorias. Clemente de Alejandría propuso la fecha del 18 de noviembre; otros señalaron el 2 de abril, el 20 de abril, el 20 o el 21 de mayo… Ésta última era la apuesta de los cronólogos egipcios. Pero un De Pascha Computus fechado en 243 afirma que la Natividad se produjo el 28 de marzo. Los marcionitas, por su parte, negaron la mayor: Jesús había descendido directamente del cielo y apareció en Cafarnaúm ya como adulto, durante el año 15 del reinado de Tiberio (Cf. Robert de Herté: “Petitdictionnaire de Noël”, en Etudes&Recherches, 4-5, enero 1977).
Había motivos religiosos y filosóficos que respaldaban la opción de quienes preferían dejar la cuestión sin respuesta: por eso Orígenes, hacia el año 245, consideró “inconveniente” ocuparse de festejar el nacimiento de Cristo “como si se tratara de un rey o un faraón”. Sin embargo, en esa misma época estaban apareciendo gran cantidad de protoevangelios y ‘evangelios de la infancia’, a cada cual más fantástico, que disparaban la imaginación de los fieles. Averiguar la fecha exacta de la Natividad se había convertido en un problema de primer orden, seguramente porque en aquel tiempo la doctrina cristiana empezaba a configurarse como un corpus relativamente consolidado, obligado a no dejar ni una sola pregunta sin solución.
LA EPIFANÍA DE OSIRIS/DIONISOS
Fue así como empezó a aceptarse la propuesta formulada por los basilidianos de Egipto, una secta gnóstica semi-cristiana, seguidora de las enseñanzas de Basílides y que en la primera mitad del siglo II habían sugerido la fecha del 6 de enero. Los cristianos de Siria y después todas las comunidades de Oriente respaldaron la decisión. Pero, ¿por qué el 6 de enero? Porque esa fecha era ya, en el oriente del Viejo Mundo, la de la Epifanía (del griego epiphaneia, ‘aparición’) de Osiris y de su correspondiente griego, Dionisos, y la continuidad de estos dioses con Cristo era parte de la doctrina del mencionado gnóstico Basílides.
El 6 de enero era la fecha de la bendición de los ríos en el culto de Dionisos, que los griegos identificaron con el dios egipcio Osiris. Esta correspondencia venía justificada por profundas afinidades rituales. La epifanía o aparición de Dionisos tuvo lugar en la Isla de Andros, donde, en la noche del 5 al 6 de enero, manaba un ‘vino milagroso’ que daba testimonio de la presencia invisible del dios. Respecto a la epifanía de Osiris, que también se festejaba en la misma fecha (el 11 Tybi, es decir, el 5/6 de enero), venía precedida por un periodo de duelo donde se lloraba al dios muerto en la época del solsticio de invierno; luego reaparecía Osiris y las aguas del Nilo se hacían vino. Todo el mundo greco-oriental celebraba en esta fecha fiestas semejantes. La fuente sagrada de Dionisos manaba vino también en el santuario de Teos.
Hay, además, una importante presencia femenina en estas fiestas de la Epifanía. Bajo el vino santo de Dionisos, Isis alumbraba a Harpócrates, el sol que volvía a nacer. En la astrología de la alta antigüedad, el 6 de enero marcaba el momento en que el sol salía por la constelación de la Virgen. En Alejandría se celebraban ceremonias en el templo de la Virgen, el Koreión, pues la Virgen había dado a luz a su hijo Aión, el Eterno, homólogo de Dionisos y Osiris. Este último rito es particularmente interesante: tras una vigilia de plegarías, los fieles bajaban a una cripta para retirar una estatua de un niño recién nacido que exhibía en la frente, las manos y las rodillas, las marcas de una cruz y una estrella de oro.
Para algunos historiadores las celebraciones que coinciden con el final del mes de diciembre e inicios de enero, no tenían su origen en la celebración cristiana, sino, al igual que en la celebración de Halloween, se originaban en los cultos agrarios, pero, en este caso, celebrarían el solsticio de invierno.
En estas fechas los romanos celebraban las festividades dedicadas a Saturno, dios del tiempo y la agricultura, que también incluían el intercambio de regalos y terminaban con la festividad del Sol Invicto el día 25 de diciembre. Pero, el advenimiento del cristianismo imperial romano prohibió la festividad del Sol Invictus, además de otras mediante el célebre edicto de Tesalónica dictado por Teodosio en el año 380.
Sin embargo, los padres de la Iglesia habían ya visto en esta fecha la imagen a su propia visión de Cristo, centrada en la victoria del Dios resucitado sobre la oscuridad de la muerte, aunque representada en la imagen de un bebé. Y es que al Sol Invictus también se le representaba como un bebé.
Y aunque para algunos cristianos esta teoría no es fiable, el catolicismo romano acepta que la fecha de Navidad es una convención, como muestra la afirmación de Juan Pablo II: “A los cristianos les parece lógico y natural sustituir esa fiesta con la celebración del único y verdadero Sol, Jesucristo, que vino al mundo para traer a los hombres la luz de la verdad” (1993, asamblea general del 22 de diciembre).
Gracias al cronógrafo de Filócalo se sabe que desde el 336, con el Papa Julio I, el nacimiento de Jesús se celebraba el 25 de diciembre en Roma. En el 440, el Papa León Magno estableció esta fecha para la conmemoración de la Natividad y en el año 529, el emperador Justiniano la declara oficialmente como una festividad del Imperio.
NIÑO DIOS, SAN NICOLÁS Y PAPÁ NOEL
“La Navidad es un rito en el que se celebra el nacimiento de Cristo. En Colombia hablamos del ‘niño Dios’; en Estados Unidos, se habla de ‘San Nicolás’. Y, con papá Noel, siempre he sostenido que es una creación de Coca – Cola.
Si se analiza toda la cosmogonía que se ha creado con papá Noel, que habita en el polo norte, tiene una fábrica de juguetes, se evidencia la asociación con lo comercial”, advirtió Edimer Latorre.
Es importante resaltar que San Nicolás es un ícono del Medioevo, que se ve visiblemente transformando, pues en su fotografía original se evidencia que no es gordo y no viste de rojo y blanco.
“La visible evolución de San Nicolás a papá Noel está ligada al surgimiento de la Coca – Cola, es el producto que más lo promueve para esa fecha”.
También expresó, que la Navidad como se conoce hoy, es una invención norteamericana de bombardeo propagandístico, porque cristianamente no se adora a papá Noel sino al niño Dios, pero es tal alcance en estas regiones, que poco a poco se ha desligado el concepto de niño Dios y se ha adaptado el de papá Noel.
“Ponemos árboles de Navidad con el calor más grande en Santa Marta y llevamos tipos vestidos de papá Noel. Es una muestra de una colonización cultural y también un concepto de transferencia cultural tal vez, pero el concepto más adecuado es aculturación. La pérdida de los valores culturales por imposición de una cultura dominante, en este caso, la capitalista norteamericana”, señaló el doctor en sociología, Edimer Latorre.
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