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Edición Especial

Choque entre el comportamiento ribereño y el asentamiento de la UFC

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[Leer introducción del especial: “Magdalena, enclave bananero”]

Aunque se vivió cierta desigualdad social en las factorías coloniales del Magdalena, en el siglo XIX e inicios del XX, hoy, cuando se les pregunta a los familiares, hijos o nietos de los empleados rasos de la United Fruit Company, quienes se sientan a conversar en las bancas de los parques de aquellos municipios ‘bananeros’, rara vez se escucha resentimiento en sus relatos de las memorias de la Compañía. Por lo contrario, es notorio un rastro de esperanza de que algún día una empresa igual a la UFC, retorne la bonanza comercial de aquella época.

[Leer nota: “Economía y sociedad en Santa Marta en el siglo XIX“]

Ni qué decir de lo que opinan los descendientes directos de los empleados administrativos o los dueños de las fincas productoras del banano, que gozaron de todos los beneficios que trajo consigo la United Fruit Company y que se han descrito con anterioridad: clubes, bailes, clínicas, colegios bilingües, comisariatos, viajes, entre otros.

Y es que, a pesar de los rigores del ambiente económico-social de las bananeras, no hubo algún tipo de violencia ostensible en la vida ordinaria. En aquel entonces, el jolgorio, el ambiente festivo, fue rara vez perturbado.

CRECIMIENTO DE LOS MUNICIPIOS CON LA UFC

Para Armando Riascos, hijo de César Riascos, un importante empresario bananero de la época, conocido como ‘Capaburro’, el municipio de Ciénaga no era nada, “ni siquiera aparecía en el mapa”, hasta que llegó la Compañía bananera y se convirtió en un lugar atractivo para inmigrantes, entre los cuales había franceses, españoles, italianos, panameños, quienes, atraídos por el encanto del banano se establecieron en dicho lugar, y al mismo tiempo, influyeron a los nativos, con sus costumbres e ideologías.

[Leer nota:“La entrada del Capitalismo al Magdalena”]

Para los residentes que se quedaron en los municipios bananeros, la UFC no solo trajo consigo un auge comercial, también hubo beneficios para el sector obrero, quienes encontraron en la producción y comercialización del banano grandes oportunidades para lucrarse por un trabajo que, sin la compañía, no hubiese tenido las dimensiones que tuvo en el momento.

Y este fuerte auge comercial, que benefició a toda la población magdalenense, inició, según Riascos, con los primeros almacenes de cadena que hubo en Colombia denominados ‘comisariatos’, los cuales se llenaban con las mercancías norteamericanas traídas en la Gran Flota Blanca, cuando los barcos que iban cargados de la fruta hacia Estados Unidos, retornaban al país. Así, los dueños de la Compañía aprovecharon cada viaje para lucrarse.

QUÉ HUBO ANTES DE LA UFC

Para el historiador y administrador de empresas Jorge Elías Caro, quien además es doctor en Ciencias Históricas y Máster en Historia Contemporánea, mención de Estudios Latinoamericanos y magíster en Administración de Empresas, antes de la United Fruit Company, sí existía una dinámica de comercio local, pero con poca infraestructura, escasa tecnología y asociación más no asociatividad entre los comerciantes.

“Una cosa es que se asocien dos o tres bananeros, pero otra muy diferente es que haya asociatividad con otros sectores para generar una infraestructura adecuada en términos portuarios, de bodega, de uso del espacio, por tanto, hubo bastante descoordinación por parte de los empresarios que manejaban en esa época el cacao o las primeras plantaciones de café en la Sierra Nevada de Santa Marta, por lo que cada uno trabajaba por su cuenta”, aseguró Jorge Elías Caro.

[Leer nota: “Economía y sociedad en Santa Marta en el siglo XIX“]

Es decir, en aquel entonces, en el país no se trabajaba mediante encadenamientos productivos, lo que hoy se conoce como el conjunto de organizaciones enlazadas entre sí para el aprovechamiento de los negocios internacionales, y que ofrecen valor al cliente final. No obstante, las empresas involucradas no necesariamente pertenecen al mismo sector productivo, sino que se complementan y crean relaciones a largo plazo tras identificar oportunidades del mercado.

Así, el encadenamiento productivo permite que, un grupo de empresas se desarrollen y logren una producción sostenible, y generen una competitividad en bloque a partir de la competencia solidaria.

Por ejemplo, Jorge Elías Caro afirma, que el encadenamiento productivo inició con la United Fruit Company, “mediante la integración de procesos de producción, es decir, lo que se necesitaba de insumo, materia prima o ciertos servicios especializados, para hacer su labranza. Luego, para realizar su post cosecha o hacia adelante, mediante las actividades de comercialización de la fruta, pero también era necesaria una relación de forma horizontal, con otros sectores, por ejemplo, de transporte, porque yo no puedo tener unas plantaciones de banano si no tengo un transporte idóneo para sacarla, pues¿de qué me sirve guardarlo, si se me pudre la fruta?”.

[Leer nota:“Los ‘cortes’ del banano”]

IDENTIDAD CULTURAL COSTEÑA

Si bien para muchos historiadores e investigadores, todo lo que hoy tiene Colombia entró por la costa Caribe, específicamente por el río Magdalena: el ferrocarril, la música, el fútbol, las costumbres y demás, también para otros estudiosos como sociólogos y quienes estudian el comportamiento humano, es notoria una pasividad y “falta de espíritu de hacer empresa” en los individuos de la región Caribe.

El porqué, ha sido una inquietud correspondiente a diversos estudios. Para Fals Borda (1979), sociólogo e investigador colombiano, en la cultura y sociedad señorial costeña se fomentó una extensa participación en los acontecimientos relacionados con la alegría, el dolor y la religión, para desdibujar las diferencias de clase y aliviar la inhumanidad creciente de las relaciones políticas y económicas.

Al mismo tiempo, se desarrolló un ritmo de trabajo y una concepción propia del tiempo y del espacio que no permitieron ni el florecimiento pleno del señorío ni el desarrollo rápido del capitalismo moderno. Por esta razón, desde que llegaron los españoles vieron con malos ojos el hecho de que los indígenas de la ribera se dedicaran a perecear en forma repetida, y llegaron a tal atrevimiento que solicitaron al Rey de España una cédula real para obligarlos a trabajar, y así dejasen de ser ociosos.

“El descuido, apatía, indisciplina, informalidad e incumplimiento de la gente costeña se trata de un sentido de adaptación realista al ritmo de los procesos normales de la vida del río y del ambiente tropical de la depresión momposina. Se debe originalmente a la certeza de que la feracidad de la tierra, la plenitud de los caños y la abundante caza no dejarán pasar hambre o ninguna necesidad básica. Es, en cierto modo, saber vivir y dejar vivir.

Y aunque esta filosofía riberana tenga sus encantos, puede asímismo llevar a actitudes conservadoras, cautelosas de lo nuevo o diferente, recelosas de lo citadino y de lo extraño”.

Fals explica, que la pauta cultural de los costeños está en el ‘dejar’ que las cosas avancen por inercia un poco antes de comprometerse en firme y personalmente con ellas, sin embargo ese ‘dejao’ observa cuidadosamente y sopesa las posibilidades de su acción posible y guarda la energía necesaria para actuar en el momento oportuno y puede llegar con la fuerza inesperada de un huracán, pero así como el huracán, la acción del ‘dejao’ puede ser fugaz, aunque en el corto período de su vigencia lleve a todo su desarrollo o a nuevos y mejores niveles de acción, esperando otro impulso mientras se rompe de nuevo el dejamiento.

Y es así como Fals asegura, que el ‘complejo del dejao’, aparece en los documentos coloniales, entre los nobles y entre los trabajadores de sus haciendas, pero no de manera excesiva. Por ejemplo, una de las excepciones, aduce que se trata de don José Fernando de Mier y Guerra, “en sí mismo un motor de desarrollo social, económico y político de su época”, pero muchos, por no decir que todos, sus descendientes criollos padecieron de una u otra manera de este complejo.

“En los marqueses de Santa Coa con su pusilanimidad; en las indecisiones de Torres Hoyos; en los despilfarros de Manuel de Epalza; en las esperas tácticas de la marquesa María Josefa Isabel. Especialmente eficaz fue el dejamiento de los vecinos de San Martin de Loba y de la isla de Mompox cuando venían a cobrarles el terraje y obligarles a abandonar las tierras ocupadas. El paso del tiempo les fue dando la razón de su inmovilidad, de su soledad, de su dejamiento vital. Así hicieron perder el paso muchas veces a las autoridades y a la represión y nunca pasaron hambre”.

Lo anterior, parece ser causa del atraso de la Región en relación con el resto del país, unas costumbres que condicionaron y afectaron la naturaleza y funcionamiento de las relaciones señoriales de producción, pues Fals cree que el ‘complejo del dejao’ puede entenderse como un ‘sentido de adaptación realista’ a los ritmos y procesos normales de la vida, que teniendo en cuenta un pensamiento de que un mejor sueldo, una bonanza en la pesca o en la cosecha u otros beneficios del momento, no van a solucionar la angustia fundacional.

Por su parte, Armando Benedetti Jimeno, en su artículo periodístico denominado ‘Costeño tenía que ser’, apoya el pensamiento de Fals y además, reitera que, para el caribeño la premisa de ‘vivir y dejar vivir’ es la clave de su existencia, “el hombre de nuestras montañas no está preparado para comprendernos. Por eso suponen que estamos tan ocupados en el sexo, en la parranda, o en el baile, que carecemos de tiempo para inducir a la muerte.

Tal vez suponen también que la heroica defensa de Cartagena la hicieron cachacos y que los obreros que le regalaron en Ciénaga a Cortes Vargas el minuto que los separaba del genocidio, sellando de manera trágica la lucha sindical contra una multinacional que ya tenía embarcaciones del imperio en la bahía para proteger sus intereses, tenían ancestros santandereanos, o también que los muertos, primero en la historia de luchas sindicales de Colombia, que se ofrendaron en los terminales marítimos de Barranquilla y Cartagena, eran necesariamente lanudos”.

Las primeras manifestaciones del Carnaval se dieron con más fortaleza durante la época bananera.

Las primeras manifestaciones del Carnaval se dieron con más fortaleza durante la época bananera.

Pero la realidad del baile y el relajo es el pensamiento de que la historia, como todo círculo, no tiene puntos de llegada ni de partida, es decir, ya está hecha y va a repetirse y la danza y el festejo, por ejemplo, la del carnaval, no hacen más que recrear la invernación, la llegada de la primavera, la fecundidad y la vida. “Es decir, una religión en el más puro sentido de la palabra y de alguna manera muy hermética y misteriosa, el Caribe es un carnaval, una mezcla cósmica de cosas sagradas y malditas; de ritmos de la percusión, del símbolo y del cuerpo. El ritmo y la fiesta como la transgresión total que evade la violencia”.

“EL HOMBRE Y SU RÍO”

Édgar Rey Sinning, sociólogo y master en educación, en su libro ‘El hombre y su río’, resalta la importancia del río Magdalena, sin el cual no hubiese sido posible la penetración del europeo en el interior del país. “Todo lo que salía y entraba al país tenía necesariamente que pasar por ahí; eso explica que todas las fundaciones principales se realizaron pensando en la facilidad de acceso a él”.

Por tanto, los ríos son la vida para los riberanos y todo lo que este le pone a su disposición le da una utilidad no negociable. Sus costumbres, en su conjunto, son unas, con algunas diferencias mínimas, “pero, por ejemplo, la comida, la comunicación y otros aspectos que conforman la vida del magdalenense (el que vive a las orillas del río de ese nombre), son puntos de convergencia y similitudes”.

Sin embargo, algo también común entre los nativos que habitan a las orillas de los ríos y sobretodo del río Magdalena, es el carácter fiestero, que, según los españoles era un inconveniente para el desarrollo de la Región, y que aún hoy, ese concepto de pereza y de “Dejao” es utilizado para definirlos en el interior de Colombia.

El riano, como lo define Sinning, se ha preparado a lo largo de los años para subsistir en periodos de abundancia, escasez y para adaptarse a condiciones climáticas y de supervivencia cambiantes, aferrándose a ese medio hostil y desde allí desarrollar su vida, conservando sus costumbres.

“Para ello el niño de estas regiones debe aprender lo que la generación adulta le quiere transmitir. Los oficios del riberano no son tan complicados, pero sí importantes. Sobrevivir al río y a todo ese “Nicho Ecológico”, es lo que denominamos cultura anfibia, que el maestro Fals Borda define como un complejo de conductas, creencias y practicas relacionadas con el manejo del ambiente natural, la tecnología y las normas de producción agropecuaria, de la pesca y de la caza que prevalecen en las comunidades de reproducción de la depresión mompesina. La cultura anfibia queda, por lo tanto, incluida entre las manifestaciones de la superestructura de la sociedad que habita esta subregión costeña”.

Así, el hombre de la ribera se adaptó a su entorno y, además, creó soluciones para satisfacer sus necesidades, con lo que aprendió de sus antepasados, sin ser una vida inactiva, puesto que la sobrevivencia a orillas del río y montañas es complicada. “El riano ha sido acusado de fiestero, parrandero, irresponsable, mujeriego y quien sabe cuántos epítetos más que aún desconocemos. Pero pensamos que la verdad es otra.

Nuestro hombre es simplemente “Dejao”, y su grado de responsabilidad es necesario entenderla a partir de esa concepción. Sí es parrandero y fiestero. Claro, es alegre, con esa alegría propia del negro y del andaluz que se quedó en los barrancos del río y, desde luego, por la misma forma de festejo que tenían los primitivos habitantes de la ribera del río y por la misma vida que llevaban, tanto que los españoles los calificaron de flojos, perezosos. Es decir, heredó de todas las etnias que lo formaron: el sabor, el vivir en rumba permanente como los nativos, sacarle sonido a la madera, bailar y cantar en cualquier descanso del duro trajín del trabajo cotidiano. Es lo que pudiéramos llamar nuestro propio autodesarrollo humano”.

EL “COMPLEJO DEL DEJAO” EN LA UNITED

En el siglo XIX, cada Estado en Colombia por norma debía crear una universidad. En el Estado Soberano del Magdalena, por tanto, se creó la Universidad del Magdalena (1866-1881). No obstante, formaban teólogos, licenciados en Literatura y Filosofía, jurisprudencia y médicos, pero según Jorge Elías Caro, lo que realmente se necesitó cuando llegó la multinacional norteamericana, la United Fruit Company (1899), eran ingenieros “para hacer puentes y carreteras” o lo que antes se denominaba profesionales de las ‘Escuelas de Artes y Oficios’.

“La única ingeniería que había en Colombia la daba la Universidad Nacional que mantuvo el centralismo, aunque también estaba la Universidad de Cundinamarca, pero no era posible generar desarrollo en la Región si no había ni el interés de los magdalenenses en prepararse para dichos oficios, ni las opciones en educación para formar personas que supieran, por ejemplo, de mantenimiento de buques y trenes”, reiteró el doctor en historia.

Por consiguiente, la falta de la mano de obra que había en el momento, no era coherente para lo que necesitaba la multinacional norteamericana para crecer. “Llega la UCF, y consiguió las plantaciones de banano y aunque había un tren, no tenía quién lo manejase y lo mantuviera. Entonces, les tocó importar mano de obra, desde las Antillas, donde tenían experiencia con los trenes azucareros; Jamaica; Granada; Barbados; Trinidad y Tobago.

Otro de los problemas, aparte de no saber manejar un cultivo especializado como el del banano, que tenía una serie de procesos y especificaciones técnicas, era que no sabían hablar el inglés, “la Compañía necesitaba comunicarse con sus trabajadores, sin embargo, en el Estado Soberano del Magdalena no dominaban el idioma, no sabían mantener el tren, no conocían cómo empacar una caja de banano con los requerimientos técnicos ni cómo fumigar o cortar, porque eso tiene su ciencia y arte, y para rematar, no había formaciones, escuelas ni una universidad, por tanto, la única solución, en dicho momento, fue importar la mano de obra, entre ellos, a personas que manejaran cargos medios, por lo que hubo un desplazamiento total en términos de lo laboral”, aseveró Jorge Elías Caro, quien también aseguró, que ahí empezaron a tejerse los desacuerdos que conllevaría a las huelgas y a la masacre.

“Esa mano de obra provino de los ‘Yumecas’, que eran los negros que llegaron de las Antillas por cantidades exorbitantes, no como en las famosas repúblicas bananeras, pero sí llegaban de a cientos de miles al año a Colombia”.

La Compañía, por tanto, prosperó a medida que iban creciendo las plantaciones y la infraestructura que se requería para ello. “No solo era que crecieran en hectáreas, pues la productividad es producir más de lo mismo, luego producir mejor de lo mismo, y por último, la diversificación en la producción, es decir, emplear todo lo necesario, lo que implicaba bodegas, trenes, puertos, muelles, almacenamiento y conservación, mediante maquinarias y tecnologías, que requerían de personas que supiesen manejarlas.

Entonces la United Fruit Company decidió quedarse con las personas que tuvieran el conocimiento de los procesos bananeros, “pero los magdalenenses de la época, no se interesaron en formarse ni en aprender el oficio y aparte querían que la multinacional les diera sin contrapartida de parte”.

Cabe recordar, que ese comportamiento del ‘Dejao’, que no permitió a los nativos aprovechar como debían el auge bananero y comercial, se puede interpretar en los estudios sociológicos de las personas caribeñas, como en esa adaptación que tenían a una vida sencilla y que les llevaba a unas decisiones inmediatas, “sin mayor previsión o anticipación, menos aún, planificación”, Fals (1979).

De eso también se quejaban los españoles, pues según ellos,los nativos ribereños no pensaban en el mañana o en el futuro; “el riano no piensa en hacerse rico y su esfuerzo llega hasta donde sus necesidades lo exigen y no hasta donde la sociedad de consumo lo impone. En la mayoría de casos, la intensidad del trabajo estaba justificada por su responsabilidad ante su mujer y sus hijos”.

Y como entre sus expresiones ‘relajadas’ estaban: “No te afanes, que mañana hablamos”, “No seas jodón”, o “Para qué madrugas si los ricos ya están completos”, y otras, que reflejan la actitud descomplicada del Riaño, la United Fruit Company no encontró otra salida que integrar a los magdalenenses al trabajo mediante lo que hoy se conoce como “outsourcing”, que más adelante fue uno de los factores para las famosas huelgas bananeras.

“Con esa serie de situaciones y condiciones sociales que no permitieron ese tejido productivo como entramado socioeconómico que se requiere para fortalecer la Compañía, se integró el “outsourcing”, que es la subcontratación que no le correspondía directamente a la United Fruit Company. Ellos subcontrataron actividades que no hacían parte del proceso de la producción y exportación del banano.

Por ejemplo, la persona que sirve el tinto o hace el aseo no hacía parte de la producción, pues son entidades administrativas que no tienen nada que ver con el objeto social de la Compañía y eso lo tercerizó”.

El doctor en historia y administrador de empresas, Jorge Elías Caro, explica, que en aquella época no se comprendía lo que hoy es un modelo del contrato de “outsourcing”, “la teoría administrativa y económica hay que mirarla desde la lógica, los norteamericanos llevaban 100 años de avance en esto. Hoy lo aceptamos, pues es una práctica normal, por ejemplo, que ninguna empresa de Colombia tenga en nómina a su vigilancia y seguridad. Por tanto, se hacen subcontratos y se le da a una tercera persona para que desarrolle lo que no va ligado al objeto productivo de la empresa, en este caso, de banano, que corresponde a sembrar, cortar, empacar, transportar y exportar.

Así, la United Fruit Company tercerizó muchas labores como, por ejemplo, el manejo del tren, puesto que lo que realmente le interesaba era la carga y entonces tercerizaron a una empresa británica para la conducción del transporte de esa carga. Asimismo, subcontrataron el manejo de los muelles y muchas de las actividades, que eran necesarias para la compañía, pero que no le correspondían directamente.

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