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La Academia de la Historia del Magdalena se opone a reubicación de monumentos históricos de Santa Marta

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El presidente de la Academia de la Historia del Magdalena, Álvaro Ospino Valiente, se pronunció a través de un comunicado de prensa, sobre la intención que existiría de reubicar algunas de los monumentos históricos erigidos en Santa Marta, que habría resultado luego de la sesión ordinaria del Consejo Distrital de Patrimonio Cultural, celebrada el pasado 9 de noviembre.

Ante tal situación, Ospino Valiente expuso el sentir de la organización que lidera, con una serie de declaraciones y explicaciones claras, que a continuación se exponen:

 

La Academia de Historia del Magdalena se opone a la reubicación de monumentos, bustos y estatuas que resaltan la historia colonial de Santa Marta

Conocimos en sesión ordinaria del Consejo Distrital de Patrimonio Cultural el Memorando de Entendimiento para el Cambio celebrado entre el Departamento del Magdalena, el Distrito Turístico, Cultural e Histórico de Santa Marta y las autoridades indígenas de los pueblos Arhuacos, Wiwa, Kogui y Ette Ennaka,  fechada noviembre 9 de 2021, donde se plantea en el punto 52: la reubicación de monumentos, bustos y estatuas que resaltan una visión colonial de la historia de la ciudad de Santa Marta con la que pronunciamos nuestro desacuerdo ante semejante solicitud.  Causa curiosidad que las autoridades indígenas del Magdalena no se expresaron hace dos años cuando en el mundo se manifestaron contra las estatuas de personajes asociados al periodo colonial, supuse que como el contexto de hábitat de esas comunidades siempre ha sido el territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta y no la explanada donde se expandió la ciudad de Santa Marta no se sintieron afectados.

Esta vieja tendencia antihispana y racista de no aceptar la presencia de personajes de la historia colonial, aun cuando tratamos de eliminarla, difícilmente desparecerán de la memoria histórica.  Esta predisposición resurgió como consecuencia de la infame muerte de George Floyd bajo la rodilla de Derek Chauvin, policía de Minneapolis (Minnesota, Estados Unidos); que derivó en violentas protestas del movimiento Black Lives Matters (las vidas negras importan), manifestaciones contra el racismo replicadas en lejanos rincones del planeta.  Estos desataron una inconmensurable ira destructiva de efigies, inicialmente con Cristóbal Colón en Boston (Massachusetts) y Saint Paul (Minnesota); cuyas expediciones al Nuevo Mundo hace más de cinco siglos llevaron a la colonización y desaparición de poblaciones indígenas.  En Richmond (Virginia), fue derribada la estatua de Williams Carter Wickham erigida 1891, general confederado y dueño de una plantación.

La misma suerte corrió el esclavista del siglo XVII, Edward Colston en Bristol (Reino Unido) y Leopoldo II, cerebro del mayor genocidio cometido en el Congo a finales del siglo XIX, en Amberes (Bélgica).  Todos ellos han sido objetivo de las protestas antirracistas que se repitieron en varios países desde el asesinato de Floyd.  Se trata de un antiguo pensamiento racista en los Estados Unidos, latente por siempre, tal vez ocasionado por el choque cultural, menos trascendentales en los países latinoamericanos; no obstante, que México con Hernán Cortés y Perú con Francisco Pizarro, soportaron con mayor rigor el proceso colonizador.

El tema de derribamiento de las estatuas de los conquistadores españoles, trae consigo una discusión y muchas preguntas que nos permiten reflexionar sobre este viejo debate histórico.  ¿Es un atentado contra el arte y la memoria?  ¿El espacio público es para el homenaje y la conmemoración?  ¿Esa parte de la historia que representa la aparición de las generaciones de hoy?  Pero la mejor respuesta la reunión en una declaración del primer ministro Británico Boris Johnson, frente a las intenciones de algunos manifestantes por atentar contra la estatua de Winston Churchill en Parliament Square en Londres, quienes buscaron rastros de racismo en sus discursos: «No podemos ahora intentar editar o censurar nuestro pasado. No podemos pretender tener una historia diferente. Las estatuas en nuestras ciudades y pueblos fueron levantadas por generaciones anteriores. Tenían diferentes perspectivas, diferentes interpretaciones de lo correcto y lo incorrecto. Pero esas estatuas nos enseñan sobre nuestro pasado, con todas sus fallas. Derribarlos mentiría sobre nuestra historia y empobrecer la educación de las generaciones venideras».

No podemos juzgar a la luz de nuestros valores actuales a los personajes de épocas pasadas, donde las cruzadas eran vistas como valerosas hazañas, la Inquisición era la justicia divina y el infame tráfico de esclavos era una práctica comercial aceptada, esto último me lleva a reflexionar  si por el inhumano trabajo de los esclavos en la construcción de la muralla china, las pirámides de Egipto o el recinto fortificado de Cartagena, es suficiente argumento para derribarlas porque son obras ofensivas a la dignidad humana, o quizás nos puedan servir para reflexionar sobre la  naturaleza humana.  La pregunta es ¿Cuál es la actitud que debemos asumir frente a los genocidios de la conquista, la esclavitud, el saqueo, los personajes históricos que cometieron actos atroces?  Por los crueles sucesos de la conquista no podemos odiar lo que somos, lo contrario debería valorar el mestizaje.

La estatua es un elemento constante a lo largo de la historia en muchas culturas.  Antes que obra, es un símbolo que evoca un momento histórico, libertad, justicia, etc., que de acuerdo al contexto de su emplazamiento valida su justificación.  En lo que si estamos de acuerdo es en revisar a quienes hacemos honores, no podemos eliminarlas por la simple pasión, pero si en hacer una amplia reflexión sobre su conveniencia, utilidad y significancia.  No podemos juzgar el pasado con los ojos del presente, debemos hacerlo con la mirada crítica, tenemos que ser capaces de mirar esa historia.  No podemos convencernos de que esa parte del pasado no existe.  La estatua del fundador de Santa Marta, D. Rodrigo de Bastidas, representa el germen de nuestra ciudad, digno de simbolizar, más cuando somos Distrito Histórico, que enaltece la conmemoración en los próximos cinco años de la primera ciudad del país en cumplir sus primeros 500 años Bastidas no es un personaje oscuro de la historia, es tal vez el único caso famoso conquistador que fue agredido por su «debilidad frente a los indígenas».

Si Bastidas no hubiera elegido este llano para fundar la ciudad, no tuviéramos esta absurda polémica, ni los mestizos existiéramos si no se hubiera dado la llegada de los españoles, por ello cambiarlo de sitio donde se inició nuestra historia es una pérdida de tiempo a lo que hoy es un referente del centro histórico, un hito urbano y un atractivo turístico.  Creo sí que ha faltado interés en el pasado de dignificar el papel de otros de la historia de Santa Marta, nosotros como Academia estamos en el proceso de hacerlo con el Cacique de Mamatoco, D. Antonio Núñez, protagonista a favor de la causa del rey, le hemos solicitado al gobierno español que cumpla su deuda pendiente de dos siglos, cuando le otorgaron la Real y Orden Americana de Isabel la Católica.  Eso hace parte de nuestra historia y es un elemento atractivo para el turismo cultural que hace parte de nuestra economía.

La independencia de España en nuestro territorio tuvo sus horrores y por ello hoy no podemos renegar de ella, fue imperfecta y excluyente, la opresión a muchos sectores de la sociedad fue evidente, tanto para indígenas como los Bondas, Mamatocos y Gairas que prácticamente se extinguieron, y la abolición de la esclavitud que fue un engaño, cuya deuda no se ha pagado.  Bajo el argumento que el monumento representa la sangre derramada por los pueblos de Mamatoco y Bonda que lucharon ferozmente contra el dominio español (irónicamente la independencia estos mismos pueblos juraron derramar esa misma sangre para defender a su amado rey Fernando VII), entonces deberíamos derribar la estatua ecuestre del libertador Simón Bolívar, que durante la guerra por la independencia el 8 de febrero de 1814, decretó el fusilamiento sin justificación de 836 prisioneros españoles, la mayoría de ellos neutrales en la guerra;  siendo una masacre miserable.  También el mismo Bolívar, envió a Antonio José de Sucre a masacrar civiles a la ciudad de Pasto el 24 de diciembre de 1822, hecho conocido como la «Navidad negra», casi medio millar de pobladores, entre ancianos, hombres civiles, mujeres y niños, fueron asesinados y más de 1.000 resultaron reclutados o expulsados ​​de sus hogares y su ciudad.

Desconocer que la historia de la ciudad de Santa Marta comienza con Bastidas, es una terquedad difícil de borrar, tan difícil como querer cambiar su nombre, como querer derribar la Catedral porque el catolicismo fue el instrumento del sometimiento español.  Deberíamos entonces, quitar el nombre de la condecoración que otorga cada año el Concejo Distrital a personalidades destacadas de la ciudad.  Deberíamos cambiar el nombre a la cárcel, a la avenida del Fundador ya dos colegios que llevan su nombre.  También deberíamos olvidarnos de la celebración del Quinto Centenario de su fundación porque para qué recordar esa nefasta fecha.  La historia hay que mirarla como un todo y no permitir su desmembramiento, desconociendo partes esenciales de los acontecimientos.  Esa es nuestra realidad histórica y no debemos avergonzarnos de ella.

El mayor legado que heredamos de los españoles es el idioma, que está presente a día entre nosotros como manera de comunicarnos, si queremos renunciar a nuestro componente español desde esa posición indigenista, debemos estar avergonzados y deberíamos desaparecerlo junto con las estatuas de los fundadores de las ciudades hispanoamericanas.  Somos producto de ese sincretismo cultural a lo que difícilmente podemos renunciar, bajo la interpretación diacrónica de la historia todos nosotros, los mestizos tendríamos que salir del país.  Si nos hicieran la prueba de ADN a los colombianos, seguramente nos serviría para despegarnos de esos prejuicios.  De continuar con esto, nos tocará rajarnos las venas y drenar la sangre española para borrar cualquier vestigio hispano.  Esas posiciones están revaluadas, nuestra Constitución Política es muy clara cuando reafirma que en nuestra pluriculturalidad y diversidad está el fundamento de nuestra identidad nacional.  Estas perspectivas son síntomas de la urgente necesidad de implementar la Cátedra de Historia de Colombia, aprobada por la Ley 1874 de 2017; además, es demasiado tarde para impedir el grito de avistamiento de ¡tierra, tierra!  Rodrigo de Triana.