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Columnistas

Trasegar el buen camino

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez

De cara al porvenir, prohibido debe estar todo asomo de derrotismo, perverso por sí mismo. Requerimos en ese itinerario de maravillosas experiencias, de ambientes de esperanza, de saludable optimismo. Tener motivos, o si no, inventarlos para enfrentarnos al futuro con ilusión y esperanza. Ir tras mejores momentos, no dejarnos llevar por lo catastrófico, sino más bien por lo exactamente contrario. Pensar las cosas, los asuntos todos, con frialdad, generosidad y grandeza.

Obsesionarnos por el bien común y hacer que lo mismo hagan nuestros gobernantes por los administrados, por los asociados. Impulsar que se rodeen por los mejores profesionales, los más inteligentes y los mejor preparados y capaces para hacer frente a toda clase de problemas, desde los menores hasta los más graves, casi siempre los de orden social. Aupar que acudan a comisiones de expertos en todas las materias importantes, los cuales están formados por las mentes más preclaras de nuestro entorno, para que velen por nosotros a todas horas.

Necesitamos estar tranquilos, sin sobresaltos, a pesar que siempre habrá marejadas, olas y vientos traicioneros, pero con la mente despierta y la seguridad de que llegaremos a buen puerto. Requerimos alentar el optimismo y la confianza en nosotros mismos, para finalmente tener la oportunidad de comprobar que nuestro mundo va a estar bien hecho. Ambición que para alcanzar debemos ser conscientes todos que vivimos en una sociedad en la que hay más rabia, descontento y odio que en otros tiempos. Una emoción ciega y sorda que ni siquiera sabe muy bien lo que quiere. Es una cólera que no se sabe muy bien qué es, pero que cada vez tiene más presencia entre nosotros y debemos evitarla, puesto que nos guste o no, vivimos en una sociedad iracunda, tensa y desquiciada.

Lleva ello a una polarización política, cada día más acusada que se alimenta de esa rabia sorda que nos gobierna a su antojo y se traduce en la atracción por los extremos políticos y en el odio patológico al adversario. Cada día tenemos más casos así. No podemos dejarnos contagiar ni desmoralizar, tampoco rompernos, sobre todo cuando muchos tienen la percepción y sensación que unos pocos se dedican a hacer de las suyas sin que nadie vaya a detenerlos, lo que amerita de mucho cuidado, ya que el descontento no puede seguir nutriendo repletamente de violencia y odio, de lo contrario nos esperarán con los brazos abiertos anarquía y caos. lo que es a todas luces inadmisible, ello marcaría definitivamente la disolución de la patria.