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Columnistas

El agua es power

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Por Ricardo Villa Sánchez

El agua es poder. Es vida. Unidad. Es energía que fluye, limpia, corre, traspasa, gotea, escasea. Santa Marta sigue con estrés hídrico y continúa el cuento del gallo capón de la bendita agua en la ciudad. No sólo teniendo en cuenta la situación de seguridad y de conservación de la Sierra Nevada de Santa Marta; lo que suceda en el corazón del mundo, afecta el abastecimiento del recurso hídrico. También es importante revisar el desarrollo territorial urbano, de acuerdo con la normatividad de servicios públicos: el perímetro urbano de la ciudad, no puede exceder el perímetro de los servicios esenciales para efectos de su control, de la ampliación de su cobertura y de la calidad en su prestación.

Si a esto se aúna priorizar la construcción, muchas veces sin la verificación del cumplimiento de requisitos, como la disponibilidad efectiva de redes, equipamientos, etc., que garanticen que además de cargas haya beneficios, como conexiones de acueducto y alcantarillado e, inclusive compensaciones, de acuerdo con las normas de ordenamiento territorial y de urbanismo. Allí se arriba a una idea en la dicotomía entre lo público y lo privado: una cosa es la especulación financiera y urbana y otra el desarrollo sustentable, para la calidad de vida. No se puede detener el progreso, pero tampoco al consenso. No se puede parar el desarrollo económico de la ciudad pero también hay que potenciar la vida de su población, en paz con la naturaleza. Eso es transformar el territorio.

Reordenar el territorio alrededor del cuidado máximo del agua, es también poder. Implica una nueva forma de relacionarse el ciudadano con su territorio, en paz. Se torna en buscar maneras de vivir mejor y más tiempo. En saber que el agua es un bien común, un derecho, y un mínimo vital. Más allá de cálculos políticos o de rentabilidad particular, hay que proteger los bienes públicos. La captación ilegal del agua, para su reventa en carro tanques, o embotellada, ya tratada, con amplias ganancias privadas, como lo han denunciado en múltiples ocasiones, en las bocatomas principales, es uno de los conflictos por el agua que profundiza una economía informal desigual alrededor del agua.

La expansión de la construcción y de la ocupación en zonas de alto riesgo y de remoción en masa, que llaman áreas subnormales; la falta de planeación y de efectivo tratamiento sobre las aguas residuales, de las que hacen falta mínimo dos plantas en la ciudad; la inequidad en la prestación del servicio; las vías de hecho para desviar agua en la zona rural ante diversas crisis, como las del servicio eléctrico, deviene a que se siga pidiendo un gran pacto por el agua en Santa Marta.

El poder sobre el agua, no genera bienestar colectivo. La cuestión del agua, mejorar su redistribución y equilibrar su acceso, entre las zonas de expansión turística y los barrios populares; realizar las inversiones en infraestructura consecuentes para ampliar coberturas, inclusive pensar en un racionamiento planificado, con políticas de ahorro y de conservación; la inversión social y una política pública, construida desde el poder popular, se convierte en un asunto crucial, para el buen vivir, en el área urbana de la ciudad, en el que es necesario concurran los actores claves para la gobernanza del territorio. Inversiones en obras por impuestos, o con alianzas público-populares privadas, permitirán no sólo democratizar el uso de este recurso natural, ya finito, como lo es el agua, sino también bajar la contaminación al mar, mejorar la calidad de vida de la población, con el compromiso adecuado del Estado en sus distintos niveles, para el bienestar social y los derechos y las garantías. Es cuestión de voluntad y de cumplimiento democrático de los mandatos ciudadanos.