Columnistas
La paz es con justicia social y ambiental

Por: Ricardo Villa Sánchez
La bandera de la paz, tiene pintada los múltiples colores de la realización de derechos, de la igualdad de oportunidades de acceso a un trabajo decente, del bienestar, del desarrollo humano, de la justicia social y ambiental, de la inclusión social, de las libertades económicas, culturales y políticas. De ahí parte el diálogo social, de la construcción colectiva, con voluntad de cambio, de una democracia profunda en la que el ciudadano, la gente, sean el centro de las preocupaciones del desarrollo, de las soluciones reales a necesidades concretas. Cuando se conversa sobre paz, es porque existe un conflicto, sea a partir de problemas de violencia, corrupción, desigualdad, segregación, pobreza, crisis humanitarias. Allí uno se pregunta: ¿cuál es la paz que anhelamos?, ¿qué democracia tenemos? El problema central no es la existencia de un grupo armado que tienen influencia en un espacio determinado en el que suplantan al Estado por su poca presencia institucional, sino cómo pactamos reformas e inversiones estructurales que transformen el territorio y que sea fruto de un diálogo consecuente, desde la base de las ciudadanías libres.
La paz, también implica la estabilización y control territorial de la fuerza pública, la seguridad humana, y, obvio, el silenciamiento de los fusiles, espacio en el que el clavel en la punta de este cañón, son la soberanía sobre nuestros recursos naturales, sobre el espectro electromagnético, sobre nuestras fronteras. Es la participación ciudadana. Servicios públicos económicos y eficientes. La autodeterminación de nuestros pueblos. El acceso a generar y usar, energías limpias; a la salud, a la vivienda y a la educación de calidad, para todos. El respeto a las culturas, a la diversidad, a la tierra de los hermanos mayores indígenas.
En los pétalos del clavel, también está la sostenibilidad para las empresas creadoras y redistribuidoras de riqueza. La concertación, los derechos fundamentales del trabajo, los salarios justos, los empleos dignos, el descanso remunerado, los permisos para calidad de vida, la inclusión productiva y empleo a personas con discapacidad; el acceso a la justicia laboral; la posibilidad del uso adecuado del espacio público para el mínimo vital y la sobrevivencia de los informales; los jóvenes sin riesgos de uso y utilización en la delincuencia, y con contrato laboral o posibilidades de trabajo; las mujeres con equidad en sus ingresos, la seguridad social para todos, incluso para los trabajadores informales o a los que les hacen creer que son sus propios jefes, cuando los explotan sin misericordia alguna; la protección reforzada de las niñas y los niños, y la erradicación del trabajo infantil y sus peores formas.
Esa flor del agua, de la paz social, crece cuando se cierran las brechas entre el campo y la ciudad; se proscribe la tercerización o la intermediación laboral irregular; se ensancha la estabilidad laboral y se tornan excepcionales los contratos basura de prestación de servicios; por demás, cuando las pensiones son universales, incluso para los campesinos, y para que se fortalezca a la economía popular. Ese es el fundamento de la reforma laboral, deuda aplazada del estatuto del trabajo de la Constitución de 1991 y que, seguro irá y vencerá en la consulta popular.
En este escenario de diálogo, transparente, esperanzador, que conlleve a un acuerdo nacional entre la gente con sentido común y el Estado, los violentos son una minoría. Su única vía será integrarse al proceso de conversaciones de paz, con propuestas concretas de dejar las armas, de reincorporarse a la vida civil, pagando sus deudas con la sociedad, en su conjunto y sanando las heridas. Los problemas que deben solucionarse, son los de la gente, no los de un grupo armado. El cambio es por la vía pacífica, civilizada, justa, para que lo que se hable en los espacios de deliberación pública, sea sobre hechos, sobre realidades, sobre soluciones, sobre derechos, sobre libertades y, sobre todo, desde la búsqueda de la paz y la democracia amplia. El llamado es al diálogo social. Por esa senda seguiremos en la construcción de paz, en el camino que nos indique la providencia.
