Columnistas
El poder de conversar

Por: Iván David Correa Acosta
Este sábado que estuve en la Feria del Libro, encontré un libro maravilloso que de pronto reinició mi disco duro, en cuanto al enfoque del tema, a la calidad de los autores y por supuesto, por la coyuntura que vivimos. Ese libro se llama “El Arte de No Enloquecer” de Alejandro Gaviria y Ricardo Silva Romero, dos plumas que no pueden ser más distantes la una de la otra, con estilos totalmente distintos, mientras uno como escritor abarca demasiado y marca el estilo de la prosa de la manera más larga posible, es decir, que habla la mayor carreta que pueda; y luego tenemos a Alejandro Gaviria, que es un ingeniero economista y académico, y como buen ingeniero, tiende a la máxima concreción y casi que tiene un deseo desmesurado de resumir cada escrito que le llega. En fin, este libro es una oda al pensamiento reflexivo y a relajarse en momentos en que el mundo está a punto de la crispación social, en donde cada conversación que tenemos con alguien así sea lo más trivial y lo más banal que exista, es relajante y fascinante. Estos dos autores nos muestran que, a partir de conversaciones, que pueden comenzar con sencillamente: “¿Como quedó el Unión el domingo?” se pueden sacar hasta el Dios de cada uno de los conversadores y eso me puso a pensar de una manera abismal en el poder de la conversación.
Hoy en día hablar es casi una lotería para muchos, lo que era cotidiano para nuestros padres y abuelos, con las redes sociales, mucha gente abusa del poder de las teclas y casi que sus cuerdas vocales no se mueven en todo el día y no nos mintamos, nunca y jamás una conversación por un dispositivo electrónico será igual al dialogo sensorial que tiene una conversación en vivo y en directo. El hablar con otra persona y poder sentir lo que dice es la clave para superar cualquier obstáculo y básicamente para no volverse loco. De eso precisamente hablaron estos escritores en un conversatorio de su libro el sábado, de que la conversación tiene el agregado de que repara, sana cualquier herida que la persona tiene, la conversación rompe y reconstruye, la conversación tiene el imperativo de defender cada palabra que dices con ahínco, pero también de reconocer los errores con sencillamente palabras. La conversación es lo que sorprendentemente está en las horas más bajas, en un mundo más interconectado, pero a la vez, de manera paradójica más aislado de la historia. Y precisamente ese aislamiento es el que nos tiene en la situación actual, el aislamiento lleva a la locura, la locura a la crispación absoluta y de la crispación, bueno, hay un centímetro al abismo. Es por eso por lo que la conversación cobra relevancia hoy en día, porque es precisamente de ese dialogo que nace la reflexión, esa introspección que todos necesitamos de vez en cuando para recargar energías, ese alto en el camino que se requiere en todo sentido. El conversar es precisamente lo que lleva al arte de no enloquecer, así que no lo piense dos veces y converse de lo que sea, sobre ficción, arte, fútbol, Dios pero converse, hágalo y verá el poder que tiene en cada uno de nosotros.
