Columnistas
500 años de Santa Marta: entre narrativas políticas y el malestar ciudadano

Por: Norma Vera Salazar
Con el recibimiento del buque escuela de la Armada Española inició la conmemoración de los 500 años de Santa Marta. Más allá de la agenda protocolaria, lo que está en juego es una disputa por el sentido de la historia y el control del relato político en la ciudad.
La narrativa oficial, promovida desde la Alcaldía Distrital, apela a una supuesta “memoria compartida” que romantiza el pasado colonial. Sin embargo, esta lectura omite el reconocimiento de la diversidad histórica, la reparación simbólica y la inclusión de sectores históricamente marginados.
El resultado ha sido una celebración elitista, desconectada de las prioridades estructurales del territorio: el acceso al agua potable, la seguridad ciudadana y el bienestar social. De acuerdo con el Sistema de Estadísticas Territoriales del Departamento Nacional de Planeación, en Santa Marta la cobertura de acueducto (REC) es apenas del 20,69 %, y la de alcantarillado del 16,95 %. Esto implica un grave rezago en el acceso a servicios básicos, lo cual representa un riesgo para la salud pública por la exposición a fuentes de agua contaminadas o improvisadas. Además, refleja una profunda desigualdad territorial, producto de la ineficiencia en la inversión y gestión pública, que se traduce en una reducción significativa de la calidad de vida de los samarios.
En materia de seguridad, según el informe Santa Marta Cómo Vamos, en el año 2024 la tasa de homicidios fue de 34,6 por cada 100.000 habitantes, lo que ubica a la ciudad como la séptima más violenta entre las 23 principales capitales del país. Solo en el primer trimestre de 2025 se registraron al menos 43 homicidios, algunos en contextos que evidencian patrones de limpieza social, cuerpos decapitados, desmembrados o expuestos públicamente. Estas dinámicas están relacionadas con las disputas entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada (ACSN) por el control del narcotráfico, el microtráfico, la extorsión y otros mercados ilegales.
Por eso, la inversión de cuatro mil seiscientos setenta y dos millones quinientos mil pesos ($4.672.500.000) en la realización de “eventos culturales, artísticos y académicos” de los cuales $973.000.000 fueron destinados específicamente para la visita diplomática del buque escuela Juan Sebastián Elcano, ha generado un profundo malestar en los samarios. Muchos ven en estos actos una puesta en escena que privilegia la forma sobre el fondo, el espectáculo sobre la memoria y las necesidades reales de la ciudad. Lejos de fomentar una reflexión crítica, la conmemoración termina reproduciendo la lógica colonial desde una mirada hegemónica que excluye a las mayorías y es sostenida por quienes buscan legitimar un modelo que perpetúa los privilegios de la clase política tradicional.
Resulta profundamente paradójico que, mientras en el país las redes sociales arden debatiendo el caso de Frisby (por la reclamación de derechos de marca por parte de una empresa española), en Santa Marta se rinda homenaje y se entreguen las llaves de la ciudad a quienes llegan a bordo de un barco español.
El malestar de los samarios, pero sobre todo la tensión entre modelos de ciudad evidencia la confrontación de al menos dos proyectos políticos con narrativas antagónicas. Sin embargo, en la práctica, la distancia de las élites “de antes, de ahora y de siempre”, con la realidad territorial demuestra que no les interesa nada más allá del poder. Después de 500 años, el reto para Santa Marta sigue siendo ponerse de acuerdo en lo fundamental, lo cual implica priorizar la inversión en infraestructura de agua y saneamiento, y garantizar condiciones mínimas de seguridad, como base para promover el turismo, dinamizar la economía, fomentar la inclusión social y avanzar hacia la sostenibilidad financiera.
